Cuándo hago algo por alguien siento un bienestar profundo, queda un regusto que se aloja entre mi estómago y mi pecho y se extiende suavemente hasta provocar una sonrisa alegre, de las que dicen: así, este es el camino.
Cuando por quién hago algo forma parte de mí, de la parte más desvalida de mí, de mi abuelita, la emoción es muy intensa, es alborotada, de niña que quiere darlo todo a quién todo
le ha dado. Cuando consigo ayudarla a través de mi pasión, de mi vocación por el Derecho y el resultado es “dar a cada uno lo suyo” ni más ni menos, la justicia más equilibrada, y como consecuencia no permito que la engañen, ni abusen de sus sentimientos y su buena fe,…me siento feliz. ¡Va por ti abuelita!, porque con esto no te devuelvo ni la mitad de lo que me has dado, porque uno de tus besos y una charlita de la mano contigo tiene la sencilla paz que todos necesitamos recordar y que siempre estará conmigo. Trabajo hecho, pleito ganado
