"La verdad es más importante que la paz, porque la mentira es la madre de la guerra." Gandhi
jueves, 11 de noviembre de 2010
Por el miedo a equivocarnos
¡¡Que peligroso es el miedo!!. Ese beso al irte me lo dijo. Lo sé, nunca quisiste hacerme daño.
En algunas cosas parezco un tío. Es peligroso decirme "A que no hay huevos", porque casi siempre hay. Soy valiente generalmente, eso creo. A veces, me lo digo yo a mi misma y así me reto.
No suelo conformarme, ni doblegarme ante el miedo, sí es posible que posponga unos momentos el inicio. Bueno quien dice momentos dice días, que pueden llegar a formar años. Pero en el momento que creo adecuado.......¡salto!...y así me embarco en aventuras fantásticas, como hacer la carrera, controlar el miedo a los perros, montar en camello, aprender a nadar, correr, hacer deporte, no callarme ante la injusticia, hablar hasta que me parezca que he expresado lo que debía, abrir mi corazón a nuevos amigos, perdonar que me defrauden, no hacer nada un instante, hacer cosas sola .........Pero aún no he tenido los ovarios suficientes para dejar que me quieran, que me quieran de verdad, aún estoy, adelante y atrás....como si cogiera impulso, pero no, no me acabo de decidir, ..a veces me recuerdo a los personajes de comic, sí, cuando les dibujan corriendo, con esos círculos en las piernas y cara de velocidad, pero sin acabar de moverse.
Y el caso es que ya voy teniendo ganas.
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1 comentario:
Lo llamamos “el miedo”, como si fuera uno sólo, y siempre el mismo, pero hay tantos miedos distintos... Algunos son carencia del necesario valor, del atrevimiento que pide la vida para aprovechar sus mejores posibilidades; se trata de una reacción cobarde a posibilidades auténticas, que verdaderamente nos llaman y, a la vez, están puestas en razón, no son una temeridad ni una insensatez. Pero en otras ocasiones el miedo no es sino una alarma interior que percibe y nos advierte de algo que acaso expresamente no nos reconocemos, pero que en el fondo no acaba de convencernos, acaso por intuición de una falsedad o una amenaza en lo que se nos está proponiendo; sentimos así que “algo no marcha bien”, no acabamos de estar seguros, porque de algo nos hemos dado cuenta a nivel sentimental -que a veces tardamos en elaborar a nivel mental.
En suma, se trata de tener cuidado de no confundir la cobardía con la temeridad, la insensatez o la imprudencia. O digámoslo a guisa de refrán (de vez en cuando me da por inventarme uno): bueno es ser valiente, pero de modo inteligente.
Y para no quedarme en la abstracción, referiría brevemente una sabrosa anécdota histórica: cuando el rey don Sebastián de Portugal planeaba su expedición a Marruecos, que acabó en el completo desastre de la derrota de Alcazarquivir, se reunió con su tío Felipe II (que sería luego su sucesor) y con el Duque de Alba, experimentado general, ya viejo. Los dos españoles trataron de disuadirlo. El general le expuso sus objeciones al proyecto, pero el rey de Portugal, entusiasmado con su idea y hombre muy impulsivo, le contestó impetuosamente: “¿De qué color es el miedo?”. A lo que el Duque le respondió: “Del color de la prudencia”. Don Sebastián no hizo caso de las razonables objeciones, y el ejército portugués sería en gran medida aniquilado, y los prisioneros vendidos como esclavos, mientras el joven y temerario Sebastián moría en el campo de batalla.
La otra cara del asunto es que la vida es insegura por definición, nunca se puede estar seguro de antemano de que las cosas van a ser como deseamos, y muchas grandes conquistas y logros de la vida se consiguen gracias al atrevimiento, al valor de apostar por nuestros mejores deseos. Alguna vez leí una referencia a un trabajo acerca de lo que sentían las personas cuando estaban ya próximas a la muerte: ¿averiguas de qué se arrepentían en general más las personas al final de sus días? De no haberse atrevido a algunas cosas. Bueno es procurar llegar sin tal carga a nuestra hora final.
Creo que hay que tener cuidado con el “a que no hay huevos”. Conocí a un tipo un tanto simple en el bachillerato, que era como un toro: bastaba con ponerle el trapo rojo del “a que no hay huevos”, para que embistiera y se pusiera a hacer cualquier majadería a la que se le retase. Evidentemente, no es buen ejemplo de conducta, nos dejaría en manos de cualquier “torero” diestro. Cosa muy distinta es tener coraje para lo que deseamos ser y hacer auténticamente. Yo creo que esto último es lo que has tenido tú, como cuentas, en no pocas ocasiones, y ello es una virtud de la que se puede sentir orgullo. Lo que tu forma de ser ha impedido a veces es no forzarte a lo que de momento, todavía, no habías madurado, no veías claro (la experiencia demostró en algún caso que había sus razones para ello), al cabo eres castellana a lo Felipe II (de cuya actuación viene lo de “las cosas de palacio van despacio”), y no impulsiva a lo Don Sebastián. Por mi parte te animo a que sigas teniendo y aplicando el valor necesario para tratar de convertir en realidad todo lo auténtico que lleves dentro, a lo que te llame en verdad tu corazón. Que no en otra cosa consiste vivir cabalmente.
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