lunes, 26 de julio de 2010

Oda

Para ser grande, sé entero: nada
tuyo exageres o excluyas.
Sé todo en cada cosa. Pon cuanto eres
en lo mínimo que hagas,
Por eso la luna brilla toda
en cada lago, porque alta vive.

Pessoa

Tengo que reconocer que a veces no he actuado bien, pero también en esos casos he sido yo, entera y verdadera hasta en las peores acciones. A veces me ha movido un fin justiciero, que no de justicia objetiva, a la que he renunciado a aspirar tras conocer el "Derecho" con cierta profundidad, y claro, inundada de los peores sentimientos: rencor, rabia, soberbia, orgullo ..., también así he seguido siendo yo. Es curioso porque reflexionar sobre estas acciones no genera pesadumbre en mí. Podría pensar que es fruto del paso del tiempo, pero creo que no, intuyo que la razón real es que, por fin, me di la oportunidad de no ser perfecta, ni de parecerlo, y me sentí tan animal defendiendo mi dignidad, que siento cierto orgullo por ello.
Me sentí guerrera, peleona y también humana, al fin comprensiva conmigo, igual de comprensiva que siempre he intentado ser con mi entorno.
Los sentimientos que he citado suelen calificarse como negativos, sin embargo en mi han despertado pasión por mi vida, por ser dueña de ella y guiarla, por disfrutarla desde mi condición, intentanto desmenuzar los prejuicios aprendidos y volviendo a pensar todo lo que creí sin cuestionar.Sólo espero ser grande, por ser entera.

1 comentario:

José Ramón dijo...

Yo diría que hay ciertas reacciones que son fruto de lo que podemos llamar “la razón exasperada”. La indignación ante lo que es realmente indignante es buena señal de vitalidad, y me parece valiosa una reacción valiente que intente “poner las cosas en su sitio”, acaso no permitir gravosas injusticias, abusos o ataques; incluso diría que prefiero el “pasarse un poco” o no responder con los términos más adecuados antes que aceptar pasivamente lo inaceptable, lo cual sí que es como para preocuparse seriamente.
Al leer por primera vez en tu entrada la palabra “orgullo” incluida entre los “peores sentimientos” he pensado que eso es bastante matizable, pero he visto al seguir leyendo que tú también vienes a estar de acuerdo en ello. Yo aprecio a las personas que se sienten justificadamente “orgullosas de su alma”, por usar la expresión de Ramón Gómez de la Serna, y me parece magnífico –y también magnánimo- actuar en la vida aspirando, entre otras cosas, a poder sentir ese orgullo legítimo y noble –una nobleza que obliga.
Una puntualización: ¿sentirse tan “animal”? Nada más humano que ese ímpetu del ánima (no del animal), que esa lucha que nos pide el cuerpo, que ese coraje para hacer lo que sentimos que tenemos que hacer para ser quienes queremos ser, para estar a la altura de nosotros mismos, de nuestro mejor yo, o sencillamente para no dejar pasar una fea injusticia. Otra cosa es cuando el rencor se mete por medio y la persona se deja llevar por las malas pasiones –también tan humanas-, eso sí que es bueno evitarlo, de eso sí que no se puede sentir buen orgullo –y además suele tener consecuencias nefastas.
En fin, he sentido alegría al leer que has tenido esa declaración de “¡aquí estoy yo!”, y esa “revelación de la rebelión”, quiero decir, el darte cuenta de lo bueno que puede ser rebelarte contra algunos “debe ser” que pueden atenazarte. También me gusta que esa reacción personal la puedas ver aplicando un sano “compréndete a ti misma como intentas comprender al prójimo” (por lo menos...).
La oda habla de algo trascendental, porque nada establece mayor diferencia entre las vidas humanas que cuánto se ponen las personas en lo que hacen; hay quienes pasan de puntillas por casi todo lo que hacen (viven acaso sería decir mucho, más bien infraviven), mientras otras, en cambio, se entregan plena, intensamente, a todo lo que ponen sus vidas.